sábado, 29 de noviembre de 2014

Consejo de bf

“Saber lo que es justo
y no hacerlo es la peor
de las cobardías.”
                         –Confucio



“No güey osea el tema es que checa tú no tienes por qué aguantar eso ¿sabes? Porque osea sí está súper guapo y así y no dudo que te quiera un chingo pero la neta güey osea es un súper mega patán y ya te puso el cuerno una vez y tipo Alex is like súper lindo y súper atento y pues sí está medio naco pero es súper buen tipo y gana bien y no sé tienes que like think about your future ¿sabes? Porque la neta la neta a Mateo güey como que le da hueva todo y así y like no sale con nosotras y sólo se queda en su casa jugando Xbox y osea jaja no mames tipo te puso el cuerno güey y sí ya sé que tú igual te besaste con Alex pero pues fue en la peda ¿sabes? No fue así como que te subiste la falda y se pusieron a coger ahí ¿no? Y no mames ¿Mateo güey? Mateo es un mega mega patán güey todos saben que se cogió con Majo osea obvio te lo va a negar pero tooooodos así todos en la uni saben que eso no es cierto you know what I mean? osea checa güey te acuerdas de la peda esa ajá la peda de Damián like te acuerdas cómo estaban como súper juntos y así y like ya ella estaba súper peda y tipo ya sé que él no hizo nada pero tampoco como que le dijo que no ¿sabes? Osea era tan fácil como decirle No güey like aquí está Paty y cero güey cero cero cero pero le valió madres güey le valió ma-dres y la neta tú no tienes por qué andar aguantando esas mamadas porque osea tú la neta eres súper linda con él y súper comprensiva y así y ya se la perdonaste una vez y Alex tipo no es el güey más guapo del mundo y así pero la neta es súper atento y siempre está ahí ¿sabes? Como viendo qué necesitas ¿Sabes? Y está como mamado y su familia es súper linda And like al final pues el tema es que I know que es lo que tú quieras ¿sabes? Y osea sí te dijo que ya no va a volver a pasar pero güey la neta ¿tú le crees? Osea el que la hace una la hace dos y así y tipo al final como he fucking cheated on you ¿sabes? And like tú eres una persona que vale un chingo la pena ¿sabes? Like you have a heart of gold y osea aparte con Majo güey osea Majo qué gúey pinche naca osea pinche puta like sólo porque le bajaste al novio como en secundaria osea ya güey ya que lo supere ¿no? Ardillas al bosque la neta pero jaja ¿qué? nooo  güey ay no mames tú no estás gorda osea eso sí cero estás bien chichona y ya osea Majo fucking anoréxica güey no mames osea ¿te va a afectar el autoestima una pinche anoréxica güey? La neta osea ¡ve cómo estás! y la neta tipo yo lo veo diario y así güey y me duele un chingo porque eres mi amiga y vales un chingo la pena but like checa hay de dos y osea si te quedas con Mateo like you have to make it work y no puede como haber celos ¿sabes? Por que osea tampoco se trata de que anden desconfiando todo el tiempo y osea a mi no me cae nada nada Mateo pero like I know you love him y pues ni siquiera me cae mal ¿you know what I mean? Pero el caso es que ve osea llevan un chingo de tiempo y así y como que yo creo que tienes que probar con alguien más ¿right? Y pues lo que es tuyo es tuyo y así y tipo si neta it’s like meant to be pues ya regresas con él ¿no? Pero pues tipo es tu decisión y de nadie más Pero si te soy sincera güey como que no me late nada nada que te haya hecho eso güey y tipo you don’t need him ¿sabes? Fuck him güey like estás súper buena y osea todos saben que it’s not just Alex osea aparte Pato y Chema mueren por ti aunque digas No mames cómo crees obvio sí güey se nota luego luego y mira osea te lo digo como amiga y la neta sabes que te amo putita I fucking love you güey and I just want what’s best for you güey we all do y tipo el otro día Regina me dijo lo mismo que tú necesitas a alguien que te quiera y te respete por quien tú eres and like eres Tauro y Alex es Escorpión y se complementan un chingo y así güey lo leí el otro día y osea ¿Mateo güey? Mateo es Libra osea cero cero cero Ahuevo like me da gusto güey porque la neta Paty para qué te haces pendeja si desde hace un semestre me confesaste que te mama Alex like who are you kidding güey? y tipo el muere por ti también y la neta hacen súper bonita pareja and like I know que voy a sonar mega superficial pero Alex drives a fucking Porsche güey osea jaja qué prefieres que te vean llegar a la peda en un Porsche o en una pinche Windstar del año del caldo güey osea van a pensar que tu novio es tu mamá like qué pedo But like güey osea neta porfa porfa no vayas mañana a salirme con que No güey ya lo pensé bien y Mateo no sé qué porque neta te madreo Paty like neta güey eres súper buena y te conozco y luego te sientes súper mal por los demás y siempre es la misma mamada pero ahora sí tienes que ser fuerte güey y like stick to your decisions ¿sabes? Like güey eres Tauro no tienes por qué estar aguantando estas mamadas y tipo ya chill y ya no pienses en eso güey like stop crying over Mateo llevas como un mes así ya osea ya a la shit güey ya.”


A la distancia, la luna se esconde tras los montes y la lluvia se asoma en el horizonte.





Acerca de la surreal caída del niño genio

Ocurrió así:

La trágica muerte del tricampeón del Scripps National Spelling Bee Contest (2005-2007) fue bien circulada por los medios internacionales como uno de los más extraños accidentes en la memoria reciente. El final prematuro de la vida del prodigio de once años conmocionó al mundo entero tanto por la absurda pérdida de una joven promesa (el niño genio, aún a su corta edad, había sido ya considerado el principal candidato para la beca completa en una de las más prestigiosas preparatorias de Berlin, y prometía un futuro en la universidad de Cornell, en parte por apalancamiento de sus tíos ricos, aunque podemos asegurar que su notable talento para memorizar perfectamente los diccionarios de Oxford, Merriam Webster e incluso el American Heritage con todo y suplementos, así como la memorización parcial del New Roget's Thesaurus, su más reciente pasatiempo, no fue ignorado) como por la impactante ironía de las circunstancias que rodean su muerte. El pequeño y asmático Tim Sallinger de la escuela primaria John Ward de Newton, Massachussets, contrario a lo que todos pensaban, no encontró la motivación de convertirse en el tricampeón nacional en las exigencias de su padre, el cumplimiento de los escrutinios de una universidad Ivy League o siquiera en su descomunal pasión por la lengua inglesa; comenzó, como todas las grandes épicas de la tradición occidental, con una chica.
            La joven Zadie Smith de sexto grado, dos años mayor que él, había ignorado los impúberes acercamientos del pequeño Tim tres años atrás favoreciendo los encantos lingüísticos del entonces campeón nacional DFW. Tim, al no cautivar a la chica con su conocimiento enciclopédico de anfibios y arácnidos (podía diferenciar las casi homogéneas especies del género Leptolalax gracias a su inusual capacidad de reconocer las sutilezas de los tonos y patrones en los diminutos ojos de las ranas, a simple vista, sin la ayuda de una lupa), aprendió a tocar las impresionistas melodías de los Arabesques I y II de Debussy a la corta edad de ocho años, al ser informado por sus amigos más populares con las chicas de tercero que Zadie había comenzado a interesarse por el piano. Este intento, igualmente, pasó desapercibido. Media docena de catálogos enteros leídos y releídos de Scholastic después, nuestro niño genio tuvo la epifanía de que la única forma de impresionar a la chica de sus sueños sería ganarle a su novio en su propio juego. Fue entonces que memorizó el Oxford y ganó su primera medalla en el 2005, desplazando a DFW al tercer lugar. Le fue otorgado también un ramo de flores, que rápidamente reconoció como un popurrí de Bellis perennis y otras variedades menos comúnes de Asteraceae y un cheque por 350 dólares que fue directo a los bolsillos de su padre. El telescopio que pidió para navidad nunca llegó. En cambio, recibió una aburrida camisa y unos libros sobre la fauna del Serengeti que leyó religiosamente hasta memorizarlos también. Lo que estaba seguro que sería el triunfo definitivo del corazón de Zadie probó ser, una vez más, un rotundo fracaso. ¿Por qué seguía tan perdidamente enamorada de alguien que cometía el error de principiante de deletrear la palabra calisthenics con doble L? Tras dar vueltas a su estrategia y tratar de encontrar qué era exactamente lo que había salido mal, descubrió una falla que había pasado por alto: tanto él como su némesis poseían la misma cantidad de medallas (una sóla), y si planeaba confirmar su superioridad intelectual ante DFW debía ganar por segunda vez. Y así lo hizo el año siguiente, deletreó quirúrgicamente la desafiante palabra final denouement. Recordó el Oxford, su biblia: silabeo: de·noue·ment; origen: francés, nouement, mediadios del siglo XVIII, de nouer o "desanudar"; definiciones: 1. "parte final de una obra, película o narración en la cual las hebras de la trama son unidas y los asuntos son explicados o resueltos"; ejemplo: "None of Wilder's leading characters, no matter how neat the final denouements of his films sometimes are, were ever anything but anti-heroes."; 1.1 "el desenlace de una cadena de eventos, usualmente el momento en que algo es decidido o aclarado"; segundo ejemplo: "I waited by the eighteenth green to see the denouement". "Denouement, d-e-n-o-u-e-m-e-n-t, denouement". Su impecable ejecución fue recibida con una ovación de pie por parte de todos los ahí presentes, incluyendo a su rival y su musa. Estaba seguro de que esta vez lo habría logrado. Tenía a Zadie a sus pies, tenía al mundo entero a sus pies. Pero pasaron días, semanas, y no había ninguna señal  de que su amada hubiera tomado conciencia de que él siquiera existiese; peor aún, ella ya había incluso perdido interés en DFW y esto no había cambiado en absoluto su situación. Seguía su vida sin el mínimo reconocimiento de la constante presencia del pobre enamorado. Esto desmoronó la autoestima de Tim y nuestro trágico héroe se sumergió en una depresión que duró por todo el resto del ciclo escolar. Abandonó sus apasionadas investigaciones, dejó de memorizar enciclopedias y comenzó a caer en los bajísimos vicios de la literatura de ficción y la música popular. Dejó atrás sus fútiles intentos de conquistar a Zadie Smith y, para horror de su padre, que era un hombre ampliamente respetado en la academia, Tim formó un grupo de rock.
            Cuando fue evidente que su depresión no concluiría pronto, fue obligado a asistir regularmente a cursos avanzados para niños sobresalientes. Cursos como "Replanteamiento de las políticas pos-soviéticas desde una perspectiva neopatrimonial" y "Teorías pos-estructuralistas en los trabajos de Deleuze" con la esperanza de que volviese a tomar interés por cuestiones de la alta cultura y por el temor infundado de su padre a que sus calificaciones probaran ser insuficientes para mantener la beca que le había sido prometida. Poco a poco, y bajo protesta, comenzó a retomar su viejo hábito: se salió de la banda y, como los cursos avanzados eran cada vez más y más exigentes, tuvo que alejarse de sus amigos de la escuela y reemplazar sus recreos por incontables horas en la biblioteca memorizando datos que le parecían absolutamente inútiles. ¿A quién le importan las implicaciones sociales del neopatriarcalismo en el occidente? ¿A quién le importa la supuesta "alta teoría" de las corrientes filosóficas del siglo XX? Lo único que importaba era que su corazón estaba roto. Sí, su ilimitada mente le permitía conocer el significado de "amigdalectomía" y "circunloquio", pero lo que no conocía era el significante de "amor", no por una mujer, no por su familia, no por nadie. Su corazón se rompió incluso más al darse cuenta de que su padre había encontrado en su mente un recurso monetario potencialmente infinito e incurrió en el hábito de inscribirlo en todas las competencias estatales y nacionales de conocimientos generales que podía encontrar. Más tarde llegaron los concursos de televisión (de los cuales recaudó una suma de casi 80,000 dólares, aunque su telescopio seguía sin aparecer bajo el árbol de navidad) y, el año siguiente, formó parte del Scripps National Spelling Bee Contest como favorito por tercera vez consecutiva. Trató de decirle a su padre que no tenía ningún interés por obtener otra medalla. Con dos era suficiente, deletrear palabras le parecía demasiado fácil ahora, ya no había reto en ello. Pero su padre lo tomó como un acto de rebeldía infantil, la queja de un niño que aún no tenía conciencia para saber qué era lo mejor para él (o para las deudas del hogar, quizá) y, junto con la dirección de la escuela y la asociación de padres, tomó la decisión: Tim Sallinger representaría por tercera vez consecutiva la John Ward Elementary, y el renombre del estado de Massachussets entero caía en los hombros del genio de once años.
            El día D, la enorme presión comenzó a manifestarse como episodios asmáticos, y el padre de Tim tuvo que ir corriendo a la farmacia durante la ceremonia de inauguración a comprar un repuesto para el inhalador. Prometió que volvería justo para el inicio de la competencia. Pero se acercaba el momento y no había señales del padre. Después se descubrió que el motivo de su ausencia había sido un encuentro en la farmacia con una joven maestra de Tim, lo que resultó en una larga charla con la esperanza de acostarse con ella. Cosa que nunca sucedió.
Tim se resignó a la realidad de que su padre no llegaría y comenzó a intentar controlar el asma mediante los ejercicios que aprendió en los libros de terapias respiratorias de la biblioteca. Nuevamente su incalculable conocimiento dio frutos no en una, sino en dos ocasiones seguidas, puesto que cuando por fin logró recuperar el ritmo de su respiración, lanzó una racha perfecta con las palabras cupronickel, ecclesiasticism, acoelous, vicissitude, y, por el tercer título consecutivo, punctilious.
            Recibió la medalla y sonrió falsamente a las cámaras que anunciarían en la prensa horas más tarde los titulares "El niño genio lo hace de nuevo". Cuando le entregaron el ramo de flores, todos ignoraban la solitaria Anthidium manicatum, que bien Tim Sallinger podría atestiguar pertenece a la familia Megachilidae, yaciente en una de las margaritas que le fueron otorgadas. Este dato fue completamente ignorado por todos, pero no por Tim. Tim sabía perfectamente lo que el alérgeno contenido en el veneno de la abeja sería capaz de ocasionar a un asmático como él. No tuvo que ver a la abeja para comprender los síntomas que se empezaban a manifestar segundos tras sentir el piquete: constricción del músculo liso bronquial, broncoespasmos, hipoxia. Él sabía estas cosas por los libros. Entendía perfectamente lo que el espantoso sentimiento de las contracciones musculares en sus bronquios significaba. Entendía que los agudos silbidos eran ocasionados por congestión de las vías respiratorias. Entendía que los implacables golpes que la tos provocaba en su pecho eran un síntoma de choque anafiláctico, llamado disnea. Al no poder exhalar con suficiente fuerza para producir las palabras que tan elocuentemente utilizaba en todos esos concursos, bajó corriendo con desesperación del podio. Se vio dando círculos frente a 2500 personas de las más respetadas escuelas del país, con el ramo aún en sus brazos, y la abeja aún colgando moribunda de su pulgar. Corría de una esquina del foro a otra con una velocidad sorprendente. Ocasionalmente se sujetaba de la ropa de las personas en el público y trataba de hacer gestos para que alguien llamara a una ambulancia. Pero nadie entendió. Algunos comenzaron a reír y otros se mostraban incluso conmovidos por su actuación: "Qué lindo, mira qué feliz está de ganar de nuevo, está en shock, ¡no se puede contener! Lo más increíble es que en el público había por lo menos una decena de médicos que ignoraron por completo lo que sucedía justo frente a sus ojos. Tim reconoció que uno de ellos era el padre de un amigo suyo, pero se encontraba demasiado lejos para llegar a él a tiempo. Reconoció también a su rector, a sus familiares, con la excepción de su padre, claro, y por supuesto a la presidenta del Scripps. Tim sabía que necesitaba una inyección de epinefrina de manera urgente. Pero nadie le entendió. Si tan sólo alguien del público supiera las mismas cosas que él. Pero no fue hasta que cayó convaleciente en el piso que la gente comenzó a preguntarse si realmente sólo era un desplante de alegría por parte del tricampeón, u otra cosa. Cuando la ambulancia llegó al fin, Tim llevaba más de veinte minutos fallecido.
            El día siguiente se llevó a cabo en el colegio John Ward una ceremonia en honor a la tristísima tragedia y se anunció que el funeral se llevaría a cabo la próxima semana en la finca de los tíos de Tim Sallinger.
            Zadie Smith llegó más tarde que de costumbre a clase y se perdió la ceremonia. Al entrar y notar el desacostumbrado silencio y la atmósfera sombría en su salón se sentó junto a una amiga suya y le preguntó en forma de broma: "¿Quién se murió?"
            "¿No te enteraste? A un niño de cuarto llamado Tim Sallinger le picó una abeja a la mitad del concurso de Spelling Bee y se murió de una alergia".
            "¿En frente de todos?"
            "En frente de todos, y la peor parte es que su padre ni siquiera estaba ahí, dicen que estaba ligándose a Miss Martha en la farmacia donde iba a comprar la medicina de Tim".
            "Que horrible, ¿Cómo dices que se llamaba?"
            "Tim Sallinger, de cuarto".
            "Mmm creo que no lo conozco".

in medias res

Pero vámonos por partes. Porque la última vez que te vi aquí pasaron demasiadas

cosas dignas de ser puestas en prosa.  Porque estabas por allá, hablando con No Sé

Quién y yo, agasajándome con unos alipuses por acá, te veía medio triste tras la

nébula de mis pulmones. El triste era yo, por supuesto, no tú. Porque tú estabas duro

y dale a tu discurso bifurcado y No Sé Quién no te entendía ni un carajo pero le hacía

como que sí, y de vez en cuando asentía la cabeza mecánicamente y emitía un

“mmmhhmm” y una risa falsa cuando le dabas entradas con tu sonrisa falsa. Y

cuando él daba sus respuestas ambiguas a las flexiones en tu habla que interpretaba

como preguntas, en tu mente ya habías encontrado a tu hombre ideal: tu Ryan

Gosling fuerte y sensible que escucharía con paciencia infinita todos tus problemas,

que te protegería de todos los males que están ahí afuera, que te cogería con

gentileza y te daría el orgasmo cuando estés caliente y el hombro cuando estés

triste. Por un momento pensé en ir para allá, en irrumpir dramáticamente con un

“¡Yo me opongo!” y decirte todo lo que no te he dicho desde hace un año que vengo

aquí cada viernes decidido a hablarte. Pensé en decirte que yo sí lo entiendo; que sé

por qué cada semana alguien distinto renueva tu esperanza; que sé también que no

te vuelven a marcar cuando descubren lo que escondes en tu departamento; que eso

a lo que le temen no le temo yo y que muero por ser tu amante de Hollywood y

hacer desaparecer todos tus problemas de la noche a la mañana. Sí, pensé en

hacerlo, pero luego vi esa ilusión en tus ojos y me dolió el pensamiento de ser el

culpable de arrebatar aunque sea un instante de optimismo de tu vida. Porque ese

no es mi papel, yo no soy el tipo de héroe que sale con la chica al final de la película.

Yo soy el héroe byroniano. El que antepone la felicidad de quien ama a la gloria del

recuerdo, anónima y desinteresadamente. Pues ésta es la única manera altruista de

amar: sin narcisismo y sin reconocimiento. Fue este último pensamiento lo único

que me pudo devolver la sonrisa, y así,  satisfecho con la revelación de la buena

persona que soy, me encaminé a mi casa, y tú te encaminaste a vivir tu novela de

John Green.

lunes, 2 de junio de 2014

¿Quién carajos es Mac?



A veces, cuando regresaba a su casa del trabajo, Macario Allende sentía un inexplicable impulso por estrellar su automóvil contra los postes de luz que se hallaban en los costados de la carretera. No había motivo, o quizá la tentación era tan repentina e inesperada que no le daba tiempo para pensar en uno; pero a veces, manejando por la carretera, las extrañas luces le irradiaban una seductora calma que encontraba difícil de resistir. Un día el trance fue tal que recobró la conciencia justo a tiempo para dar un volantazo, apenas esquivando por unos segundos su fatal destino en el pavimento de la carretera. El siquiatra le recetó una serie de antidepresivos los cuales Macario nunca tomó –No estoy deprimido– decía –Ni tampoco deseo morir, si de algo padezco es de aburrimiento–. Tampoco hizo caso a las recomendaciones del médico de tomar el transporte público para ir y volver del trabajo, ya que su único momento de soledad y reflexión era, precisamente, durante estos trayectos. En casa lo esperaban sus dos hijas, su esposa Clara y su suegra Doña Magra, una mujer de ultraderecha que se esmeró en volver los veintiséis años del matrimonio un puto infierno. Doña Magra veía demasiadas telenovelas y era una hipocondríaca empedernida. Cuando no estaba investigando en Google el más mínimo defecto cutáneo y autodiagnosticándose cáncer, dedicaba su tiempo libre a hablar pestes de su yerno con Clara, a quien nunca perdonó desde el día en que se casó con un hombre moreno y de clase media-baja. Macario Allende, originario de Huatulco, nunca fue bajado de "zapoteco" por su suegra, aunque su linaje se componía únicamente en un mínimo porcentaje de sangre nativa. –Un día de estos– rezaba Macario –Un día sí le va a dar cáncer–. Pero Macario sabía que en realidad la hija de la chingada iba a vivir más que él: aún a los ochenta y cuatro tenía el corazón y los pulmones de un nadador olímpico, aunque fumaba como horno de manga (léase: chacuaco) desde los doce años.
            Los Allende vivían en una dispersión suburbana al norte del DF conocida como Zona Esmeralda. Llegaron a la privilegiada zona al comienzo del nuevo milenio, con la promesa de un gran aumento en el valor de la propiedad y una comunidad segura en donde sus hijos no correrían los riesgos que acechaban en cada esquina de la metrópoli. Al principio, Zona Esmeralda fue el suburbio de sus sueños: rodeaban los fraccionamientos grandes extensiones de bosques, ciclopistas y parques; de hecho, lo único existente fuera de la zona residencial era un recién abierto Superama, un Blockbuster y dos restaurantes de comida rápida, así como una que otra papelería o algún mini súper. Uno debía manejar varios kilómetros en carretera para llegar a ver algún indicio de civilización. Pero esto cambió con el tiempo. Poco a poco comenzaron a abrir escuelas, centros comerciales, gasolineras y, rápidamente, los gigantes corporativos también comenzaron a ver las posibilidades ofrecidas por la zona y los enormes terrenos de árboles antes denominados "área protegida" fueron vendidos por el gobernador de Atizapán de Zaragoza, por unos cuantos millones, a Starbucks, Wal-Mart y el Instituto Tecnológico de Monterrey, convirtiendo el sueño de los Allende en una versión más pinche y menos gringa de Interlomas, plagada de pipopes nuevos ricos, judiciales y narcos incógnitos. La exclusividad de su fraccionamiento se fue a la mierda y la propiedad no sólo no se revalorizó sino que se devaluó en un 15%. Encima de esto, la nueva reforma fiscal dictaba que, según el valor de la casa, Macario se vería obligado a pagar el 35% del Impuesto Sobre la Renta si deseaba venderla, lo cual era, convenientemente, lo que necesitaba hacer; Macario Allende lloró al ver su querida casa malbaratarse de nueve millones de pesos a, bueno, justo la mitad.
            Macario era, desafortunadamente, un escritor de ficción. Mantenía un doble trabajo como director de su propia editorial, Grupo Allende S.A., con cede en la colonia Granada y dedicada a la traducción de textos norteamericanos de narrativa esclavista y el renacimiento de Harlem. Macario era un amante del Jazz y el arte negro del siglo XX, por lo cual sus amigos le apodaban el "White Negro", aunque no fuera realmente caucásico ni tampoco vistiera como un beatnik. Dividía su tiempo en la editorial entre jugar ajedrez con sus editores y cachondearse a las becarias; esto último terminó el día en que le cayó el veinte de que su hija mayor, Denise, quien tenía la misma edad que las becarias, era a su vez becaria en una editorial donde, para el horror de Macario, se descubrió que ésta también "cachondeaba", por no decir mayores, con su jefe. Un día, jugando ajedrez con Hipólito, editor y viejo amigo, surgió el tema de sus pensamientos suicidas.
            –Hipólito, ¿nunca has tenido un impulso de estrellarte? Digo, como que un día, no sé, por ejemplo, vas manejando y quieres chocar contra algo y matarte, pero no porque estás deprimido o algo así, es sólo que la idea de chocar parece atractiva.
            Hipólito se toma su tiempo, mueve un alfil y, sin voltear a ver a Macario le responde:
            –No Mac (sus amigos le dicen Mac), yo creo que tú tienes pedos.
Macario no dijo más al respecto y se comió el alfil con un caballo, cayendo directamente en la jugada de su oponente. Más tarde, cuando regresó a su casa, olvidó que quería chocar por estar escuchando a todo volumen el Brilliant Corners de Thelonius Monk, y si se estrelló no fue por otra cosa que por dedicar toda su concentración a la línea del saxofón de Ba-Lue Bolivar Ba-Lues-Are. ­Clarita, voy a llegar tarde– avisó Macario, y en seguida marcó al seguro. Se estrelló contra la pluma de seguridad de la caseta que no abrió a tiempo, hecho que por manejar mecánicamente en estado de zombi ignoró por completo. Al llegar el seguro hora y cacho después sólo para notificarle que no cubrirían el costo de la pluma, Macario se vio obligado a firmar un pagaré por diez mil doscientos veinticinco pesos con treinta y tres centavos a la Concesionaria de Vías Troncales, a su vez operada por Promotora del Desarrollo de América Latina, a su vez parte de IDEAL, que a su vez es parte del imperio del hombre más rico del país, Carlos Slim, con quien Macario ahora estaba en deuda. Al llegar a su casa, fue recibido por su esposa y por Doña Magra con gritos y mentadas de madre. Al parecer, una ex-becaria, a quien Macario no respondía las llamadas, dejó un recado en la contestadora con todo el afán de joder (pues sabía que Macario tenía una familia), que únicamente decía –Mac, estoy embarazada, háblame–. El recado había sido descubierto por Elenita, su hija menor, que se negó a aceptar que se tratara de su padre y lo único que preguntó fue ¿Quién carajos es Mac?.
            –¡Más te vale que tengas un muy buen pretexto, hijo de la chingada! dijo Clara.
            –Clarita, déjame explicarte, es una niña que trabajaba en la editorial y está obsesionada conmigo pero yo nunca hice nada, ¡por favor, Clarita, créeme, yo nunca te he sido infiel!
            –¡No te creo ni madres, siempre te andas metiendo con esas pirujas, tú crees que yo no me doy cuenta de nada pero yo sé todo, te debería dar vergüenza, tienen la edad de tu hija!
            inmediatamente Doña Magra:
            –Ya te he dicho Clarita, nunca debiste meterte con indios, son como animales, le dan a todo lo que se mueva.
            –¡Usted cállese si no sabe! gritó Macario en completa desesperación.
            –¡Tú no le hablas a mi mamá así! respondió Clara.
Macario Allende fue arrojado de su casa por su esposa y su suegra, quien lo golpeaba con una escoba como perro y después le azotó la puerta a la cara.
            –¡Pero yo te amo, Clarita!
            –¡Me vale madres!
Derrotado, Macario hizo lo que cualquier hombre de mediana edad hace cuando la vida le da la espalda: ir al casino.
            Depositó mil pesos en la tarjeta del casino con la intención de hacer diez mil y pagarle a Slim, pero lo único que logró fue ponerse pedísimo y perderlo todo. Aunque ya no tenía dinero, decidió mantenerse sentado frente a la máquina tragamonedas pretendiendo responder mensajes en su celular y fumando unos Delicados, un hábito que ocultaba de su familia desde el día en que se propuso dejar de fumar cuatro años atrás; lo ocultó no por que a su familia le molestaría, sino porque le avergonzaba que supieran cuán miserablemente había fallado en su propuesta. De pronto escuchó una voz detrás de él: ¿Macario? ¿Macario Allende?
            Al voltear le tomó un minuto reconocer al hablante. Literalmente un minuto, Macario estaba demasiado alcoholizado y no pudo decir nada durante un minuto. ¿Macario? preguntó la voz.
             –Cmo estsa, hce un chgno que not eveía cawn, Respondió, sin estar completamente seguro de si era su amigo Rubén Bravo o un simple espejismo.
            –Muy bien, Macario, ¿tú cómo estás? Te ves mal güey, ¿has escrito algo nuevo? Me gustó mucho tu novela esa de la revolución.
            –Si we, pro he estado mdio ocupdo cn la... y ps ya nohe publicado stoy muy pdo cawn.
            –Macario, estás muy pedo, ¿qué pasó?
            –Ps me puse pedo we.
            –Aguántame, te voy a traer un vaso de agua.
Rubén regresó unos minutos después con un vaso de agua y le dijo a Macario que se lo tomara.
            –Ahora sí, cuéntame, Insistió Rubén.
            –Ps me corrieron d la casa we.
            –Ay pinche Macario, ¿ahora qué hiciste güey?
            –Nda, me calmuniaron cawn.
            –Nadie te calumnió Macario, no mames, ya dime ¿qué pasó?
Macario se tomó el agua e hizo un gesto como si estuviera bebiendo mezcal y se intentó explicar:
            –La pndeja becaria ps me dejo un rcado y ps mi suegra m saco ascobazos, sa vieja se va amorir de cancer un dia t lo juro.
            –Macario, no te entiendo nada.
            –¡CLARITA!
Rubén decidió no dejar a su amigo manejar en este estado y supuso por la conversación que no podía regresar a su casa por lo cual lo invitó a pasar la noche en la suya en Los Bastones, donde lo acomodó en el sofá de su sala y le dejó un bote de basura por si quería guacarear.
            – Cualquier cosa que necesites me echas un grito Macario.
            –...
            –¿Macario?
            –...
Al día siguiente, Macario despertó increíblemente casi sin cruda y su amigo Rubén le preparó unos chilaquiles verdes.
            –Entiendo si no quieres hablar de lo que pasó.
            –Gracias por entender.
            –Eres bienvenido a quedarte aquí hasta que las cosas se arreglen.
            –Muchas gracias cabrón, en serio te lo agradezco.
En un punto mientras desayunaban, la esposa llamó a Rubén desde la recamara para que subiera y le pegó una cagotiza de la cual Macario únicamente descifró las palabras "Mateo", y "pendejo". Poco después bajó Rubén con la vista hacia abajo y cara de niño regañado y la mujer se asomó para darle una última aclaración:
            –¡Y dile a tu amigo que se saque a la chingada!
Le dijo a Macario que se tenía que ir y que le pediría un taxi, tras lo cual le pidió una enorme disculpa. Macario le dijo que entendía, le dio las gracias por aceptarlo en su casa y salió a esperar el taxi, no antes de pedirle dinero a Rubén para el taxi, por supuesto.
            Macario bajó del taxi y subió a su auto para ir al trabajo y en el camino se detuvo en un cajero para retirar dinero, sólo para encontrarse con que estaba en bancarrota.
            –¿cómo carajos voy a estar en bancarrota? Preguntó a la señorita de servicios al cliente.
            –Su esposa transfirió todo su dinero a su cuenta esta mañana.
            –¿A qué cuenta?
            –La de su esposa.
            –¿Se puede hacer eso?
            –Lo siento mucho señor.
Macario le marcó a Clara una y otra vez y, cuando finalmente le contestó, lo único que le dijo fue que estaba pendejo si pensaba volver.
            –Estás pendejo si piensas volver, Dijo Clara.
            –Clarita, corazón, sólo déjame hablar...
Cuando Clara le colgó, Macario supo que estaba completamente jodido. No sólo porque estaba en bancarrota, sino porque hace catorce años, cuando se mudaron a Zona Esmeralda, Macario decidió poner las escrituras de la casa a nombre de Clara. Ahora ella le pediría un divorcio y se quedaría con la casa, el dinero y Elenita. Sólo le restaría Denise, con quien de por sí mantenía una muy mala relación desde antes.
            Macario se subió a su auto y comenzó a llorar. Decidió no ir al trabajo y, en cambio, prefirió ignorar la amenaza de su esposa y regresar a su casa a rogar por una última oportunidad. Ni Thelonius Monk ni Miles Davis pudieron confortarlo en el camino. Sabía que era inútil, Clara jamás lo perdonaría y Doña Magra seguramente ya le estaba haciendo ideas, pinche vieja, que ya se muera. Al ver la pluma de seguridad destruida del lado contrario de la carretera se le ocurrió que esa vez lo haría de verdad, el escape que siempre había anhelado, sólo que ahora tendría una buena razón. Al ver el primer poste de luz que encontró aceleró, pero no fue hasta pasar el tercero que perdió la conciencia.
            La noche anterior, resultó, Rubén acababa de tener una fuerte discusión con su esposa y dejó la puerta del garaje intencionalmente abierta, provocando que el perro, Mateo, a quien su esposa quería más que a él, se escapara. En la madrugada del día siguiente, un ave migratoria padeciendo de gripe aviar, la cual había perdido su camino, soltó una enorme cagada desde tres kilometros de altura y ésta cayó directamente sobre el parabrisas de un automóvil conducido por Ricardo, el jefe que se estaba cogiendo a Denise, y quien casualmente pasaba por la carretera Chamapa-Lechería. La zurrada cubrió completamente el campo de visión de Ricardo. Simultáneamente, Mateo había encontrado su camino hasta dicha carretera, y mientras estaba cruzando despreocupadamente la calle se lampareó con un automóvil que acababa de pasar con las altas encendidas. Ricardo encendió los limpiaparabrisas demasiado tarde y el pobre de Mateo, quien se encontraba completamente paralizado frente a él, murió aplastado. Horas más tarde, Macario, que se dirigía contra el poste de luz a doscientos kilómetros por hora, pasó inadvertidamente sobre el cadáver de Mateo, provocando la pérdida del control del automóvil y desviándolo unos pocos grados a la izquierda, estrellándose contra el poste exitosamente y culminando en la pérdida total del auto; todo, excepto por el lado del conductor, el cual quedó milagrosamente intacto gracias a la ligera desviación en el último momento, quedó destruido. Macario ahora se enfrenta a una demanda de la CFE por la destrucción del poste y la consecuente pérdida de luz en varios fraccionamientos de Zona Esmeralda por casi cuarenta y ocho horas, así como una deuda total de veinticinco mil ochocientos sesenta y cuatro pesos con treinta y tres centavos por daños a la autopista Chamapa-La Venta, al señor Carlos Slim.

Luces navideñas


­
¿En dónde estabas tú la madrugada del 25 de diciembre, hace cinco años, cuando los ovnis sobrevolaron Ciudad Satélite? Recuerdo que salí de comer tacos con unos amigos en el Fogoncito, el local estaba repleto como si la gente no organizara cenas familiares, aunque la clientela no alentaba la frenética repartición de tacos de tripa, longaniza y bistec del maestro taquero desde el otro lado de la barra. Me comí la heroica cantidad de catorce tacos de pastor y cuando llegaron los retortijones matutinos descubrí que no era tan valiente como creía. Cuando pasábamos por afuera de un antro en la Zona Azul, nos encontramos con un clan rival que nos quería partir la madre sin la menor consideración a la tregua tácita de cada año por respeto al nacimiento de nuestro redentor. Un pipope me tomó del cuello de la camisa y le dije, No me pegues, es Navidad, pero pareció no haberme escuchado o simplemente escogió ignorarme y se preparó para propinarme un madrazo mientras mis amigos se escondían atrás de un coche. Por suerte, en ese momento, la novia de uno de ellos llegó haciendo un alboroto sobre alguien que aparentemente acababa de agarrarle las chichis en la fila; cabe destacar que la chica estaba a bulto por lo cual desconocemos (y francamente dudamos) la veracidad de la acusación. Los pipochacas nos dejaron ir por esa vez bajo advertencia y prosiguieron a armar un glorioso desmadre contra todo aquél que se pusiera en su camino, incluyendo y no limitado a cadeneros, godínez y otros mamados alfas que buscaban cualquier pretexto para sacar su testosterona a flote. Nosotros corrimos, como los betas que somos, mientras sillas y humanos volaban dentro y fuera de la ventana del antro a nuestras espaldas. Llegamos hasta un callejón entre dos locales y me quejé con mis supuestos amigos por no haberme defendido, Pinches putos, les dije, ¿de qué se trata? Casi me descagan, mis bracitos son para abrazar, no para pelear. Mi amigo Joaquín me dijo, Ya güe no seas reina, y prendió un porro y me lo pasó, lo cual me hizo olvidar mi coraje de inmediato. Me puse tan pirata que estuve a punto de regresar por otra ronda de tacos pero me detuvo el temor a toparme de nuevo con los malandrines en la calle. Bajamos por unas escaleras en la parte trasera del callejón hacia una isla convergente de locales frente a los que habíamos estacionado nuestros autos. Me subí al mío con Joaquín y Olallo mientras que Tato, el Bebé y el Otro Mau se subieron al horripilante Atos del Bebé. Pusimos unas rolas de Teenage Fanclub en el iPod de Olallo, nos dimos unos pipazos de hash y nos sumergimos sin rumbo y sin faros en los idílicos suburbios satelucos. Mientras dábamos el rol, observamos los ostentosos adornos de las casas que aún se encontraban encendidos, y que me distrajeron tanto que casi choco contra una banqueta. Nos detuvimos frente a casa de mi novia a forjar otro toque y pensé en marcarle pero no creí que a sus padres (que de por sí ya me odiaban) les iba a encantar la idea de que pasara por su hijita a las tres de la mañana y con los ojos sangrientos. Ahora que lo pienso, no creo que a ella le hubiera gustado tampoco, siempre me decía que dejara de fumar tanta mariguana. Te estás volviendo un frito como tus amigos, reclamaba. Y yo sólo asentía y después le daba un beso en la mejilla y le pedía perdón. En todo caso, a salvo de la dictadura femenina, la hermandad y yo éramos libres de improvisar un fishbowl en mi coche sin ningún inconveniente. El Bebé estacionó su esperpento atrás de mí y el resto de los tornillos abordaron mi auto convertido en bong gigante para darse unos toques y toser como terminales. Mantuvimos una larga charla sobre música y viejas y el Otro Mau, que existe en un estado constante de pachipedez, tuvo que salir a vomitar. En plena regurgitación de las gringas sucedió lo peor que puede pasarle a cualquier junkie en nuestro querido municipio de Naucalpan: llegó la policía. Una patrulla se detuvo y bajaron dos puercos, uno se acercó a mi guacareado amigo y el otro nos alumbró a través del parabrisas con su linterna. Al no poder ver nada por la niebla interior me pidió que bajara la ventana y, acto seguido, se desprendió una densísima nube blanca directamente a la cara del puerco, el cual si no se puso hasta el pito es porque ya lo estaba. Antes de que el porco me pudiera decir algo, de mi humeante hocico salieron las mejores palabras que se me pudieron ocurrir en el momento, Oficial, yo sé que parece que estamos fumando mariguana, pero le prometo que no es así. Me dijo, Bájate, y lo hice porque me pareció razonable. El Bebé, en un acto mesiánico, tomó la bolsa con la mota y la depositó sin titubear entre sus nalgas, donde la retuvo como un campeón durante la totalidad de la prueba. El policía me pidió mis papeles y comenzó a llamar a sus compañeros por el radio mientras subían al Otro Mau a la patrulla. Cuando llegaron los refuerzos en la Julia estaba seguro que nos había cargado la chingada. A unos nos treparon en la patrulla y a Tato, que empezó a gritarles, Pinches puercos, y arrojarles dinero a los pies, lo esposaron, macanearon, y aventaron a la parte trasera de la Julia en ese orden. En vez de llevarnos directamente con el juez calificador, nos dieron un recorrido de tres horas por alguna ciudad perdida en San Mateo para aterrorizarnos, y vaya que lo lograron. En la patrulla conseguimos recaudar unos dos mil pesos entre todos para la mordida pero esto no fue suficiente, Uy no, están bien pinches piojos, nos dijo uno, que esperaba que trajéramos con nosotros al menos unos cinco mil como todos los juniors que estaban acostumbrados a detener. Recordé que un amigo tenía un tío con influencia en el municipio y le marqué de mi celular. Después de varios intentos me contestó y le informé de nuestra situación y los nombres de los oficiales que se habían identificado y con quienes en ese momento ya manteníamos una relación mas o menos amena. Ahorita veo que hago, me dijo. Quince minutos después estaban a punto de encuerarnos para encontrar la mariguana y en ese instante, como regalo del señor, el capitán recibió una llamada y se detuvieron en un barrio torcidísimo donde nos pidieron que nos bajáramos. Nos aceptaron los dos mil pesos y retiraron las esposas de mi amigo. Antes de irse, uno de los policías me preguntó si tenía cigarros y le regalé un Delicados. ¿Delicados?, aceptó bajo protesta, Hasta para eso son piojos. A la fecha no sé qué carajos significa ese argot. Los puercos se largaron y le marqué a mi amigo para agradecerle y me regañó por mis pendejadas. Caminamos por el barrio chaca en busca de la avenida y, debo decirte, las casas allí no estaban tan adornadas como las del circuito Novelistas. Con el susto se nos bajó la pacheca y andábamos bien erizos porque nos negamos a fumar de la bolsa que había estado en contacto con el ano de mi cuate. Llegamos por algún milagro a la avenida sin ser asaltados y tomamos el primer taxi que pasó. Le pedimos que nos dejara a unas cuadras de la casa de mi novia, puesto que ya no teníamos dinero y planeábamos pelarnos corriendo. Fue entonces, mientras yacíamos comatados en el taxi, a las seis y media de la mañana, que comenzaron a aparecer, una por una, las luces en el cielo. Sus movimientos eran, en un principio, sinusoidales y se veían tal como en los videos de Jaime Maussan; irradiaban una luz blanca y estática que superaba en esplendor a los primeros rayos del sol y eran perfectamente circulares, parecían seres vivientes. Supe de inmediato que sí eran ovnis porque la regla general es que si no parpadea no es terrestre. En unos momentos se mantuvieron suspendidos en el aire y comenzaron a ascender como una unidad hacia la estratósfera. Intenté convencer a mis amigos de que miraran por la ventana pero todos estaban fritos. Le dije al taxista que volteara y no me hizo caso. Cuando miré a los carros a nuestro al rededor nadie parecía prestar atención, nadie nunca mira al cielo. Me resigné a absorber en intimidad aquél espectáculo que parecía ocurrir únicamente para mí. Recargué la cabeza sobre la ventana cerrada y observé con fatiga las últimas luces navideñas elevarse, nebulosas, hacia el infinito.